Quiero compartir contigo una parte muy personal de mi vida, una historia que me marcó como madre y profesional. Mi hijo, a quien amo profundamente, comenzó a rechazar todo tipo de proteínas. Primero dejó de comer carne, y poco a poco se fue apartando de quesos, lácteos, huevos y, en general, cualquier fuente de proteína. Recuerdo noches en las que, abrumada por la frustración, quería llorar porque él solo comer galletas, y en momentos en los que parecía que todo iba bien, se conformaba con un taco de frijoles.

Como psicóloga, siempre buscó lo mejor para él, especialmente considerando su diagnóstico de TDAH, que ya nos desafiaba día a día. Cada jornada, me esfuerzo por apoyarlo en todas las áreas en las que necesita ayuda, pero este problema alimenticio era demasiado grande. Me preocupaba profundamente que no estuviera recibiendo los nutrientes mínimos necesarios y que esto pudiera afectar otros aspectos de su vida.

Mi mente y mi corazón estaban al límite, hasta que, tras mucha búsqueda y con la guía de Dios, encontré a las personas adecuadas que me ayudaron a solucionar este problema. Hoy, con toda mi experiencia y conocimientos tanto como psicóloga como madre, quiero transmitirte que entiendo perfectamente por lo que estás pasando. Sé lo doloroso que es ver a tu hijo luchar con la comida, y quiero que sepas que me tomo muy en serio cada uno de tus sentimientos.

Esta experiencia me impulsó a crear un método basado en el respeto, la comprensión y la ciencia, que no solo ayudó a mi hijo, sino que también puede ayudar a ti. Estoy aquí para acompañarte en cada paso, para que puedas transformar esos momentos de frustración en instantes de conexión y bienestar. Tú y yo sabemos lo que se siente, y juntos, podemos lograr un cambio real y duradero.